BRU MENDILUCE, Federico
[Villar del Salz, 1844 / Barcelona, 17 de agosto de 1908]
Federico
Bru y Mendiluce nació en 1844 en la pequeña localidad turolense de Villar del
Salz, enclavada dentro de las estribaciones de Sierra Menera en la comarca del
río Jiloca, en tierra aragonesa pero limítrofe con el Señorío de Molina. Casado
y con dos hijos, falleció en Barcelona el 17 de agosto de 1908 a los 64 años de
edad.
Asistió
a la escuela de instrucción primaria de su pueblo, a la que según el censo de
Pascual Madoz sólo acudían en esos años veintiséis alumnos. Entre 1861 y 1868
prosiguió sus estudios en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central
madrileña, completando satisfactoriamente tanto sus asignaturas teóricas como
las prácticas correspondientes.
Sua años en Guadalajara
En
1869, muy poco después de obtener el título de Licenciado, abrió una oficina de
farmacia en el pueblo de Checa, en el extremo meridional del Señorío de Molina,
muy cerca de su tierra natal. Se dice que durante su estancia en la localidad
molinesa fundó y dirigió un periódico con la cabecera de El 2 de mayo, pero nada parece corroborar esta afirmación gratuita de
José Sanz y Díaz, que sin embargo han repetido otros investigadores de más reconocida
solvencia; desde luego no pudo hacerlo, como se dice, en el año 1812.
Republicano
desde su juventud, y leal y constante seguidor de Nicolás Salmerón, durante el
Sexenio Revolucionario formó parte del Comité republicano federal de Checa y de
la Junta Provincial Republicana de Guadalajara que presidía Manuel González
Hierro. Una vez que fue proclamada la Primera República, se presentó a las
elecciones a Cortes Constituyentes celebradas el 10 de mayo de 1873 como
candidato republicano por el distrito de Molina de Aragón, obteniendo la
victoria con 4.257 votos e incorporándose como diputado al palacio de la
Carrera de San Jerónimo de Madrid.
Después
del forzado final de la experiencia republicana, siguió viviendo en la
provincia alcarreña y mantuvo su fidelidad a la causa antimonárquica. En la
sesión celebrada el 2 de febrero de 1876 en el salón de la Diputación
Provincial de Guadalajara para la elección de senadores por la provincia,
obtuvo trece votos de un total 389 electores que ejercieron su derecho al
sufragio indirecto, apenas un puñado de papeletas pero que mostraba la
permanencia de una corriente republicana en Guadalajara que no había podido ser
ahogada por la marea monárquica y que tenía a Federico Bru Mendiluce como una
de sus referencias.
En
1878 concurrió a los comicios para elegir diputados provinciales por el
distrito de Tamajón, cometiendo el gobernador civil todo un cúmulo de
despropósitos e irregularidades para evitar su triunfo: convocó y amenazó a los secretarios
municipales y maestros que le eran favorables, amenazó a los ganaderos con
imponerles severas multas si triunfaban los republicanos, no dejó que se
abriesen algunas mesas y en otras impidió que entrasen a votar los electores de
la oposición; a pesar de todas estas irregularidades, Federico Bru no alcanzo
el triunfo por un escaso número de votos.
Más
adelante, abandonó la provincia de Guadalajara y, en un primer momento, residió y abrió oficina de farmacia en la localidad albacetense de Alpera, desde la que en 1886 se suscribió a la revista profesional La Asociación. Al año siguiente se instaló en Madrid, con
un primer domicilio en el número 17 de la calle de San Bartolomé, donde ejerció como
farmacéutico. En 1889 informaba La Asociación que "el farmacéutico y exdiputado Sr. Bru ha establecido una casa de pensión para los jóvenes que sigan sus carreras en Madrid" en el número 13 de la calle de la Gorguera. Durante esos años experimentó con un medicamento contra el garrotillo que llamó
Poción Brú y que se anunció en la prensa de la capital del reino.
En
una fecha que no hemos podido concretar, pero posterior al año 1893, marchó a
las Islas Filipinas, donde ejerció primero como farmacéutico civil y, con
posterioridad, obtuvo diversos cargos de responsabilidad como el de
Guardaalmacén de la Aduana de Manila, para el que fue nombrado en enero de 1898.
Seguramente, pesaría en su decisión de emigrar el sombrío panorama que
aventuraba para la profesión farmacéutica, según puso de manifiesto en el
Congreso Farmacéutico de 1885 en el que, según recogió la revista profesional La Farmacia Española, “recargó tanto los tintes
sombríos del horizonte profesional, que cayó en una extremada exageración con
sus toques fatídico-pesimistas; gracias á que luego echó mano del talismán de la
unión, teniendo períodos muy brillantes, tanto de los referentes á ella, como
de los consagrados a combatir las funestas farmacias militares. Es lástima que
un orador tan notable como el Sr. Bru, no haya tomado parte en las discusiones
del Congreso, que tanto hubiera contribuido á ilustrar con su elocuencia”.
Su estancia en Barcelona
En
marzo de 1899, después de que las Islas Filipinas alcanzasen su independencia
de España, retornó a la península. Pero no volvió a residir en Guadalajara o en
su comarca natal, sino que estableció su domicilio en Barcelona, en el número
98 de la calle Concejo de Ciento, y en 1901 abrió su propia oficina de farmacia
en el número 5 de la barcelonesa calle Blay.
Aún
con el paso de los años conservó su lealtad a los ideales republicanos. En enero
de 1900 ya formaba parte de la Junta Provincial de Barcelona de la alianza
Fusión Republicana y en agosto de 1902 estuvo en la presidencia del acto de
inauguración de la Casa del Pueblo de Barcelona, la primera abierta en España
con esa denominación. Pero no sólo participó en actos protocolarios, también se
implicó en las luchas políticas de su tiempo; y así en el mes de marzo de 1903
firmó su adhesión a la Asamblea Magna de Unión Republicana que se celebró para
ratificar la unidad entre las distintas corrientes antimonárquicas, de la que
dio cumplida cuenta la prensa del momento, y en febrero de 1907 era
vicepresidente de la recién nacida Asociación Republicana de Propaganda.
En
el año 1904 formó parte de la expedición que en Barcelona embarcó en el vapor
Mallorca con rumbo a Roma para participar en el Congeso de Librepensadores que
reunió a los más destacados propagandistas del laicismo: Francisco Ferrer
Guardia, Fernando Lozano Demófilo, Belén
Sárraga, Ángeles López de Ayala y muchos otros.
Fiel
a su antigua militancia federal, con motivo de la formación de la alianza
Solidaritat Catalana en 1906 apoyó la participación de los republicanos en esta
conjunción electoral, oponiéndose a Alejandro Lerroux y a otros republicanos
catalanes, como Juan Sol y Ortega, que en 1907 fue elegido senador precisamente
por la provincia de Guadalajara.
Durante
el Sexenio fue redactor del periódico federal La Voz de la Alcarria y después siguió colaborando con la prensa
republicana provincial, por ejemplo en El
Atalaya de Guadalajara, Con ocasión de su muerte, la
prensa republicana le retrataba como “orador de fácil y elegante palabra, escritor de suelta y bien templada
pluma, poseyendo un castellano de giro castísimo y purísimo, puso su pluma y su
palabra al servicio de la República, luchando por las libertades civiles y por
los derechos de la democracia”. En sus últimos años, ya viviendo en la Ciudad Condal, firmaba con el
seudónimo de Bruno Brusi una sección llamada Batiburrillo en el diario
republicano La Publicidad de Barcelona.
A su
muerte, fue enterrado sin ceremonia religiosa en el Cementerio Nuevo barcelonés,
en consonancia con su ideario laico y su probable pertenencia a la masonería, y
con la asistencia de numeroso público entre el que destacaban el alcalde
accidental de la Ciudad Condal, junto a los diputados a Cortes y concejales
republicanos de Barcelona.
Fallecía “uno de los mártires de la idea republicana.
Honrado, firme, incapaz de claudicar, sufrió las pruebas terribles á que se han
visto aquí sometidos todos los gloriosos campeones de la República bajo un
poder enemigo que les exigía la entrega incondicional ó la muerte por hambre. Llevando
sobre la frente las pesadumbres del infortunio y las sombras de la tristeza,
Bru supo, empero, mantenerse erguido, soportando con admirable resignación su
fatal destino. Deja así al republicanismo español un nombre inmaculado, digno
de la veneración de todos. Que los jóvenes aprendan, de aquel anciano, á ser
abnegados y consecuentes”.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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