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domingo, 17 de noviembre de 2013

FEDERICO BRU MENDILUCE

BRU MENDILUCE, Federico
[Villar del Salz, 1844 / Barcelona, 17 de agosto de 1908]

Federico Bru y Mendiluce nació en 1844 en la pequeña localidad turolense de Villar del Salz, enclavada dentro de las estribaciones de Sierra Menera en la comarca del río Jiloca, en tierra aragonesa pero limítrofe con el Señorío de Molina. Casado y con dos hijos, falleció en Barcelona el 17 de agosto de 1908 a los 64 años de edad.
Asistió a la escuela de instrucción primaria de su pueblo, a la que según el censo de Pascual Madoz sólo acudían en esos años veintiséis alumnos. Entre 1861 y 1868 prosiguió sus estudios en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central madrileña, completando satisfactoriamente tanto sus asignaturas teóricas como las prácticas correspondientes.

Sua años en Guadalajara
En 1869, muy poco después de obtener el título de Licenciado, abrió una oficina de farmacia en el pueblo de Checa, en el extremo meridional del Señorío de Molina, muy cerca de su tierra natal. Se dice que durante su estancia en la localidad molinesa fundó y dirigió un periódico con la cabecera de El 2 de mayo, pero nada parece corroborar esta afirmación gratuita de José Sanz y Díaz, que sin embargo han repetido otros investigadores de más reconocida solvencia; desde luego no pudo hacerlo, como se dice, en el año 1812.
Republicano desde su juventud, y leal y constante seguidor de Nicolás Salmerón, durante el Sexenio Revolucionario formó parte del Comité republicano federal de Checa y de la Junta Provincial Republicana de Guadalajara que presidía Manuel González Hierro. Una vez que fue proclamada la Primera República, se presentó a las elecciones a Cortes Constituyentes celebradas el 10 de mayo de 1873 como candidato republicano por el distrito de Molina de Aragón, obteniendo la victoria con 4.257 votos e incorporándose como diputado al palacio de la Carrera de San Jerónimo de Madrid.
Después del forzado final de la experiencia republicana, siguió viviendo en la provincia alcarreña y mantuvo su fidelidad a la causa antimonárquica. En la sesión celebrada el 2 de febrero de 1876 en el salón de la Diputación Provincial de Guadalajara para la elección de senadores por la provincia, obtuvo trece votos de un total 389 electores que ejercieron su derecho al sufragio indirecto, apenas un puñado de papeletas pero que mostraba la permanencia de una corriente republicana en Guadalajara que no había podido ser ahogada por la marea monárquica y que tenía a Federico Bru Mendiluce como una de sus referencias.
En 1878 concurrió a los comicios para elegir diputados provinciales por el distrito de Tamajón, cometiendo el gobernador civil todo un cúmulo de despropósitos e irregularidades para evitar su triunfo: convocó y amenazó a los secretarios municipales y maestros que le eran favorables, amenazó a los ganaderos con imponerles severas multas si triunfaban los republicanos, no dejó que se abriesen algunas mesas y en otras impidió que entrasen a votar los electores de la oposición; a pesar de todas estas irregularidades, Federico Bru no alcanzo el triunfo por un escaso número de votos.
Más adelante, abandonó la provincia de Guadalajara y, en un primer momento, residió y abrió oficina de farmacia en la localidad albacetense de Alpera, desde la que en 1886 se suscribió a la revista profesional La Asociación. Al año siguiente se instaló en Madrid, con un primer domicilio en el número 17 de la calle de San Bartolomé, donde ejerció como farmacéutico. En 1889 informaba La Asociación que "el farmacéutico y exdiputado Sr. Bru ha establecido una casa de pensión para los jóvenes que sigan sus carreras en Madrid" en el número 13 de la calle de la Gorguera. Durante esos años experimentó con un medicamento contra el garrotillo que llamó Poción Brú y que se anunció en la prensa de la capital del reino.
En una fecha que no hemos podido concretar, pero posterior al año 1893, marchó a las Islas Filipinas, donde ejerció primero como farmacéutico civil y, con posterioridad, obtuvo diversos cargos de responsabilidad como el de Guardaalmacén de la Aduana de Manila, para el que fue nombrado en enero de 1898. Seguramente, pesaría en su decisión de emigrar el sombrío panorama que aventuraba para la profesión farmacéutica, según puso de manifiesto en el Congreso Farmacéutico de 1885 en el que, según recogió la revista profesional La Farmacia Española, “recargó tanto los tintes sombríos del horizonte profesional, que cayó en una extremada exageración con sus toques fatídico-pesimistas; gracias á que luego echó mano del talismán de la unión, teniendo períodos muy brillantes, tanto de los referentes á ella, como de los consagrados a combatir las funestas farmacias militares. Es lástima que un orador tan notable como el Sr. Bru, no haya tomado parte en las discusiones del Congreso, que tanto hubiera contribuido á ilustrar con su elocuencia”.

Su estancia en Barcelona
En marzo de 1899, después de que las Islas Filipinas alcanzasen su independencia de España, retornó a la península. Pero no volvió a residir en Guadalajara o en su comarca natal, sino que estableció su domicilio en Barcelona, en el número 98 de la calle Concejo de Ciento, y en 1901 abrió su propia oficina de farmacia en el número 5 de la barcelonesa calle Blay.
Aún con el paso de los años conservó su lealtad a los ideales republicanos. En enero de 1900 ya formaba parte de la Junta Provincial de Barcelona de la alianza Fusión Republicana y en agosto de 1902 estuvo en la presidencia del acto de inauguración de la Casa del Pueblo de Barcelona, la primera abierta en España con esa denominación. Pero no sólo participó en actos protocolarios, también se implicó en las luchas políticas de su tiempo; y así en el mes de marzo de 1903 firmó su adhesión a la Asamblea Magna de Unión Republicana que se celebró para ratificar la unidad entre las distintas corrientes antimonárquicas, de la que dio cumplida cuenta la prensa del momento, y en febrero de 1907 era vicepresidente de la recién nacida Asociación Republicana de Propaganda.
En el año 1904 formó parte de la expedición que en Barcelona embarcó en el vapor Mallorca con rumbo a Roma para participar en el Congeso de Librepensadores que reunió a los más destacados propagandistas del laicismo: Francisco Ferrer Guardia, Fernando Lozano Demófilo, Belén Sárraga, Ángeles López de Ayala y muchos otros.
Fiel a su antigua militancia federal, con motivo de la formación de la alianza Solidaritat Catalana en 1906 apoyó la participación de los republicanos en esta conjunción electoral, oponiéndose a Alejandro Lerroux y a otros republicanos catalanes, como Juan Sol y Ortega, que en 1907 fue elegido senador precisamente por la provincia de Guadalajara.
Durante el Sexenio fue redactor del periódico federal La Voz de la Alcarria y después siguió colaborando con la prensa republicana provincial, por ejemplo en El Atalaya de Guadalajara, Con ocasión de su muerte, la prensa republicana le retrataba como “orador de fácil y elegante palabra, escritor de suelta y bien templada pluma, poseyendo un castellano de giro castísimo y purísimo, puso su pluma y su palabra al servicio de la República, luchando por las libertades civiles y por los derechos de la democracia”. En sus últimos años, ya viviendo en la Ciudad Condal, firmaba con el seudónimo de Bruno Brusi una sección llamada Batiburrillo en el diario republicano La Publicidad de Barcelona.
A su muerte, fue enterrado sin ceremonia religiosa en el Cementerio Nuevo barcelonés, en consonancia con su ideario laico y su probable pertenencia a la masonería, y con la asistencia de numeroso público entre el que destacaban el alcalde accidental de la Ciudad Condal, junto a los diputados a Cortes y concejales republicanos de Barcelona.
Fallecía “uno de los mártires de la idea republicana. Honrado, firme, incapaz de claudicar, sufrió las pruebas terribles á que se han visto aquí sometidos todos los gloriosos campeones de la República bajo un poder enemigo que les exigía la entrega incondicional ó la muerte por hambre. Llevando sobre la frente las pesadumbres del infortunio y las sombras de la tristeza, Bru supo, empero, mantenerse erguido, soportando con admirable resignación su fatal destino. Deja así al republicanismo español un nombre inmaculado, digno de la veneración de todos. Que los jóvenes aprendan, de aquel anciano, á ser abnegados y consecuentes”. 
JUAN PABLO CALERO DELSO

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