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domingo, 1 de diciembre de 2013

TITO FRÍAS MUÑOZ

FRÍAS MUÑOZ, Tito

[¿? / ¿?]

Tito Frías Muñoz nació a finales de la década de 1860 en tierras alcarreñas, donde su familia estaba asentada tradicionalmente, pero no hemos podido conseguir muchos datos fiables de su biografía personal. Sabemos que tuvo, al menos, tres hermanos: Adriano, que murió en Peñalver en el mes de diciembre de 1900, Dolores, que falleció en la misma localidad el 14 de abril de 1901, y Tirso Frías Muñoz, que en esas fechas era secretario en la localidad de Casa de Uceda. También sabemos que estuvo casado y que tuvo un hijo.

Profesionalmente, desarrolló casi toda su vida laboral como funcionario municipal y provincial. En 1884 la Diputación Provincial decidió formar “una Sección provisional de examen de cuentas [municipales] de tres funcionarios competentes, asalariados con tres pesetas diarias cada uno, confiriendo dicho cometido a D. Pedro Pérez Caja, D. Manuel Cotaina y don Tito Frías”. En junio de 1893 fue nombrado agente ejecutivo de recaudación del partido judicial de Guadalajara y al año siguiente fue designado agente auxiliar con el mismo cometido en un grupo de pueblos del área de Sacedón, puesto del que fue cesado en 1896 por no ejercer “debidamente sus funciones a juicio de la Tesorería de Hacienda”, aunque seguramente sería una represalia por su activismo carlista en esos años.

Ese año ganó el arriendo y administración de una contrata provincial, tal y como denunciaba Flores y Abejas: “El colmo del negocio. Dese en arriendo en una modesta capital de provincias una industria, no exclusiva, en la cual hay empleadas de doce a trece mil pesetas, y su dueño, sin más preámbulos ni quebraderos de cabeza, puede recibir un producto neto de… ¡16.000 al año! […] Basta con que se dirija a D. Tito Frías”.

No debió de renovar por mucho tiempo esa concesión, porque en enero de 1899 le encontramos como secretario municipal del Ayuntamiento de Peñalver, haciendo una reclamación de haberes a doce villas de la Mancomunidad de Pastrana “por los gastos hechos en las gestiones a favor de dicha Mancomunidad”, requerimiento que fue contestado por el gobernador civil, Enrique Corcuera, con una multa de 100 pesetas a él y al alcalde de Peñalver “por falta de auxilio a un Comisionado por Contingente provincial”.

A pesar de todo, continuó como secretario del municipio de Peñalver hasta su cese voluntario en septiembre de 1905, por marchar Tito Frías a la capital del reino como Inspector de tercera clase del Cuerpo de Policía en Madrid, puesto en el que permaneció hasta su cese en febrero de 1907. Su paso por la policía coincidió con el período de gobierno del partido liberal, primero con Eugenio Montero Ríos desde el 23 de junio de 1905 y, finalmente, con Antonio Aguilar Correa hasta que fue cesado por el rey el 25 de enero de 1907. Seguramente, no fue ajeno a este cambio de destino el conde de Romanones, que fue ministro de Gobernación, y por lo tanto responsable de las fuerzas de orden público, en diciembre de 1905.

Retornó Tito Frías a la provincia de Guadalajara y en 1912 le encontramos ejerciendo como secretario municipal, ahora de Torija, por cese del anterior funcionario, Mariano Segovia. Durante su estancia en Torija fue designado representante en la localidad de la Sociedad de Autores Españoles.

 

Su militancia carlista

Su derrota en 1876 en la Tercera Guerra había llevado el desánimo a los carlistas alcarreños, condenados además a la ilegalidad hasta las reformas emprendidas por el gabinete liberal de Sagasta a partir de 1881. Fue entonces cuando salieron a la luz las profundas diferencias internas que cuarteaban al partido carlista, en parte como consecuencia de la derrota militar y del análisis de sus causas. En esos años el carlismo provincial tenía a Isidoro Ternero Garrido, que había sido diputado en Cortes y contumaz conspirador, como su militante más reconocido.

Pero en 1891 Isidoro Ternero abandonó el carlismo y, en una sorprendente pirueta ideológica, se integró en el Partido Radical, furibundamente republicano, de Manuel Ruiz Zorrilla; bien podía decir la prensa de Guadalajara que “el partido carlista cuenta con numerosos defensores, pero sin un jefe caracterizado y de prestigio”. Lo encontró en José de Sagarmínaga, un joven abogado cuya popularidad no había dejado de crecer desde 1886, dentro y fuera de las filas del carlismo. Fue él quien constituyó en 1895 una nueva Junta Directiva Provincial, que presidía, con la colaboración del catedrático Miguel Rodríguez de Juan, del notario José Carabaño, del propietario agrícola José Trillo, de los industriales Mariano Hernández, Antonio Pellés y Julián Poyatos, con la colaboración de Claro Abánades, al frente de las juventudes, del periodista Benigno Bolaños, un molinés que dirigía El Correo Español con el seudónimo de Eneas, y de Tito Frías, que intervino como secretario en el acto de constitución de esta nueva Junta.

Una vez reconstruido, el partido realizó una amplia campaña de propaganda con la celebración de numerosos mítines, como el que reunió en septiembre de 1895 a casi medio millar de carlistas en Sacedón que, tras oír misa oficiada por Ramón Arrazola, escucharon a José de Sagarmínaga, Julián Poyatos, Pedro Lorente y Tito Frías. Como resultado de este esfuerzo propagandístico, en muy poco tiempo se crearon 129 Comités en otras tantas localidades de la provincia, una cifra muy elevada pues, a pesar del agobiante caciquismo liberal, en uno de cada tres pueblos de la circunscripción alcarreña existía organización del partido carlista, aunque en algunos casos, como Rillo de Gallo, la Junta se disolvía bajo la presión del caciquismo, que contaba con los resortes del Estado, incluida la Guardia Civil, inquieto ante la reconstrucción carlista, y no sin razón, pues en 1897 hubo en Millana un motín protagonizado por grupos de carlistas armados.

Pero la temprana e inesperada muerte de José de Sagarmínaga en 1897 provocó una crisis de confianza en el seno del partido y debilitó al carlismo alcarreño, que sufrió un lento goteo de deserciones hacia los partidos dinásticos, que incluyó a Tito Frías y a Miguel Rodríguez de Juan, que se sumó al traslado a Madrid de Claro Abánades y la muerte de Benigno Bolaños. En los años de transición del siglo XIX al siglo XX, el carlismo sufría en Guadalajara una evidente decadencia y en el semanario Flores y Abejas del 16 de abril de 1899 se hacían eco de un escrito de Tito Frías en el que anunciaba “que deja de pertenecer al partido carlista, en cuyas filas militaba”; en las Pacotillas de Estrañí que el semanario arriacense reproducía, se insertaba una semana después este ripio: “En todas las sacristías / a los carlistones píos / esa deserción de Frías / les habrá dejado fríos”.

 

Su actividad sindical

Su vocación política no se agotó con su salida del carlismo pero se orientó hacia el corporativismo profesional. Fue el principal impulsor del asociacionismo de los secretarios municipales, publicando en La Región del 28 de agosto de 1903 un escueto manifiesto cuyas primeras palabras eran: “Compañeros: la hora de la conquista de nuestros derechos ha llegado”; su propósito era que los secretarios municipales fuesen “un cuerpo de funcionarios aptos, laboriosos y honrados, con suficiente garantía para que se aparten de toda lucha política y se dediquen exclusivamente al servicio de los intereses del Pueblo, que es quien les paga”.

Con estos propósitos fue un miembro activo de la Asociación de Secretarios municipales de la Provincia de Guadalajara, formando parte de su Junta Directiva, y de la Asociación de funcionarios provinciales y municipales de Guadalajara, siendo elegido para pertenecer a la comisión que solicitó que los estos empleados públicos disfrutasen de los mismos derechos que los funcionarios de la administración civil del Estado. Del mismo modo, participó, en mayo de 1914, en la Asamblea de Secretarios municipales que se convocó en Madrid, participando de una de las comisiones elegidas para el estudio de algunas reformas legales que afectaban a estos funcionarios.

Como era habitual en aquellos años, su vocación política le llevó a la actividad periodística; el 2 de noviembre de 1906 salió de imprenta el primer número del semanario El Descubridor, que se publicaba bajo la dirección de Tito Frías. Sin embargo, su vida no pudo ser más fugaz, pues en diciembre de ese mismo año dejó de publicarse. Pero ni siquiera en tan breve plazo pudo librarse de una denuncia del Ayuntamiento arriacense por haber denunciado la desaparición de un montón de cal que había en el patio de la Casa Consistorial. No sabemos sí fue futo de la casualidad o respondía a un plan trazado por el partido carlista, pero al mismo tiempo que salía El Descubridor el carlista molinés Claro Abánades comenzaba la publicación de su periódico La Torre de Aragón.

JUAN PABLO CALERO

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