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lunes, 10 de marzo de 2014

JUAN DIGES ANTÓN

DIGES ANTÓN, Juan
[Guadalajara, 27 de diciembre de 1855 – 28 de diciembre de 1925]

Juan Diges Antón nació en Guadalajara el 27 de diciembre de 1855 y falleció en la misma ciudad el día 28 de diciembre de 1925, al día siguiente de cumplir setenta años de edad. Formaba parte de una familia numerosa con sus hermanos José, que se casó con Amparo López Moya, María, casada con Pedro Pérez Caja, Cándido y Manuel, que contrajo matrimonio con Encarnación López Moya y fue alcalde de la ciudad arriacense.
Estuvo casado con Rosa de Lucas, que falleció en Guadalajara el día 15 de octubre de 1913, y residieron en el número 8 de la calle Antonio del Rincón y en el número 17 de la calle del Amparo, siempre en Guadalajara. Tuvo una descendencia numerosa pero desgraciada; cuatro de sus hijos (Víctor, los gemelos Francisco y José y Luciano) fallecieron antes de llegar a la edad adulta; él mismo escribía en la revista del Ateneo que “después de las desgracias con que Dios se ha servido probarme, llevándose la mayor parte de mis hijos, continúo con mi interrumpida tarea de bibliotecario”.
Otros tres crecieron y salieron adelante; Saturnina Diges Lucas estuvo casada con Marceliano Pascual y falleció en Guadalajara el 24 de febrero de 1924. Su hijo Santiago aprobó los estudios en la Escuela de Ayundantes de Obras Públicas, para seguir la misma carrera profesional de su padre y casó con Margarita Villalba. Alejandro, aficionado como su padre al dibujo, fue aceptado como profesor Auxiliar de Dibujo sin sueldo en la Escuela de Artes y Oficios municipal que abrió sus puertas en Guadalajara en 1922.
En 1876 concluyó sus estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Guadalajara, aunque no ejerció como maestro y entró a trabajar como delineante, primero en la Comandancia y Talleres de Ingenieros militares de la capital alcarreña y, después de aprobar unas duras oposiciones, como funcionario del Cuerpo de Sobrestantes de Obras Públicas, obteniendo destino en la Jefatura provincial de Guadalajara, permaneciendo en el mismo centro de trabajo durante el resto de su carrera profesional, que no fue muy próspera, pues hasta mayo de 1922 no ascendió a Sobrestante de tercera clase, medio año antes de su jubilación en enero de 1923.

Su defensa del patrimonio
Pero Juan Diges Antón destacó, sobre todo, por ser uno de los más eruditos conocedores y más activos defensores del patrimonio artístico y cultural de la capital alcarreña. Sería una tarea abrumadora hacer una simple relación de todas las campañas que, a través de la prensa y de cuantos medios estaban a su alcance, emprendió para salvar de la ruina y la destrucción los monumentos de mérito y los restos históricos de Guadalajara.
Aunque, si hubiese que destacar alguna, ésta sería sin duda la defensa de la Capilla de Luis de Lucena o de los Urbinas, último vestigio de la antigua y derruida iglesia mudéjar de San Miguel del Monte, cuyos solar fue adquirido por su familia. En 1918, siendo secretario de la Comisión Provincial de Monumentos, escribió al conde de Romanones, un intercambio de misivas que se recogió en la prensa, para pedirle que salvase al edificio de la ruina y con el propósito instalar allí un Museo, “de que tan necesitado se halla esta población”.
Fue, durante muchos años, vocal de la Comisión Provincial de Monumentos, que sólo pudo desarrollar una actividad intermitente, constantemente interrumpida por el menguado apoyo de las instituciones políticas y por la falta de miembros activos y comprometidos, quedando en muchas ocasiones Juan Diges Antón como su único vocal en ejercicio.
Sus investigaciones históricas se tradujeron en algunos libros de mérito. Con Manuel Sagredo Martín participó en el concurso convocado en 1888 por el Ateneo Caracense y Centro Volapükista español de Guadalajara para galardonar obras de carácter histórico sobre la provincia, obteniendo el primer premio con su Biografía de hijos ilustres de la provincia de Guadalajara, un trabajo animado por el espíritu que se recogía en la propia obra: “Reconocemos nosotros que estas biografías nuestras, aunque cortas ó incompletas, son convenientes hasta tanto que otra persona venga á escribirlas con la debida extensión y como la importancia de algunos de los personajes lo merece, porque queda consignado en el papel, mejor ó peor ordenado, lo que se halla esparcido en diferentes sitios, difícil de consultar, y lo que se halla en la memoria de las gentes que, conservado por la tradición, llega más o menos tarde a borrarse o a extinguirse por completo”. El libro fue publicado al año siguiente, con un prólogo laudatorio del doctor Miguel Mayoral Medina, en la Tipografía y Encuadernación Provincial de Guadalajara.
En 1917 se imprimió en los talleres gráficos de la Casa de Expósitos de Guadalajara su Resumen histórico del convento de monjas clarisas de Guadalajara, un librito de casi un centenar de páginas cuyo título no hace justicia al interés de la obra, que más que un resumen es una completa investigación artística e historiográfica sobre este cenobio; además, el libro se abría con una emocionada dedicatoria del autor a su esposa, que había fallecido poco antes.
Esta labor fue merecidamente reconocida, siendo nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Su actividad cultural
En 1880 fue uno de los socios fundadores del Ateneo Escolar Caracense y allí desplegó su reconocida laboriosidad, dirigiendo su Revista en 1881. En 1887 esta sociedad se fusionó con el Centro Volapukista Español, siendo nombrado Juan Diges presidente de la Sección del Ateneo mientras que su hermano José era elegido Tesorero general en una Junta que presidía Francisco Fernández Iparraguirre y que tenía a José Julio de la Fuente como uno de sus presidentes honoríficos. Después, formó parte de nuevos equipos directivos del Ateneo y en 1896 volvió a ser el responsable de su Revista. En 1890 recibió uno de los premios de los Juegos Florales organizados por el Ateneo.
También colaboró en 1891 en la fundación del Ateneo Instructivo del Obrero, a cuya Junta Directiva perteneció en alguna ocasión, obteniendo como reconocimiento a sus desvelos el título de Socio Meritísimo, concedido por sus afiliados como prueba de agradecimiento por impartir clases nocturnas a los trabajadores asociados.
En 1890 fundó, con su inseparable compañero Manuel Sagredo, La Revista Popular, que fue la primera publicación periódica ilustrada que salió de la imprenta en la provincia de Guadalajara. Sin embargo, lo escaso de sus recursos y el restringido apoyo que encontraron, forzaron el cierre prematuro de la revista, según él mismo declaraba públicamente.
No volvió a formar parte de la redacción de ningún otro periódico de la provincia, pero se pueden encontrar sus trabajos en prácticamente todas las cabeceras periodísticas que se publicaron en tierras alcarreñas en esos años, destacando por su frecuencia sus artículos en Flores y Abejas, a menudo ilustrados con sus detallados dibujos, y siendo de destacar sus apuntes de azulejos del Palacio del Infantado en un artículo publicado en la prestigiosa Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Es buena prueba de su afición e interés por la prensa su folleto El periodismo en la provincia de Guadalajara, una meritoria obrita que se editó en 1902 en la imprenta de Felipe Pérez Cerrada y que fue durante más de un siglo la más completa obra de referencia sobre este tema, sólo teniendo que lamentarnos que no se conservasen muchas de las cabeceras que cita de primera mano y de las que guardaba ejemplares.
En 1890 dio a la imprenta su primera obra en solitario: la Guía de Guadalajara, un libro destinado a cubrir un hueco en la bibliografía provincial que estaba escrito al dictado de la utilidad y que buscaba la difusión de la capital alcarreña más allá de los límites provinciales. En el prólogo, explicaba que su libro era complementario de una Historia de la ciudad que estaba redactando Miguel Mayoral Medina, aunque la muerte prematura de éste dejó la investigación histórica inconclusa.
Otras obras dedicadas a dar a conocer y promocionar las tierras alcarreñas fueron Vías de comunicación de la provincia de Guadalajara, que se publicó en la tipografía de La Región en 1908, que ofrece una variadísima y riquísima información que excede con mucho lo que se anuncia en el título, y la Guía del turista en Guadalajara, escrita por encargo de la Junta Provincial de Turismo y publicada en 1914 en la tipografía de la Casa de Expósitos. Es ésta una obra de importancia capital para el conocimiento de la Guadalajara de la Restauración porque, además del texto siempre erudito y concienzudo de Juan Diges, se inserta un elevado número de fotografías que muestran lo moderno del proyecto, que recoge rutas turísticas por la capital y por distintos rincones de la provincia.

Su acción política
Aunque perteneció a algunos organismos públicos, como la citada Comisión Provincial de Monumentos o la Junta Local de Primera Enseñanza, siempre permaneció alejado de la lucha política a pesar del destacado protagonismo de sus hermanos José y, sobre todo, Manuel al frente del republicanismo federal alcarreño. Este distanciamiento no respondía, seguramente, a su falta de interés por la política sino a su voluntad de mantenerse en el terreno estrictamente cultural, aunque siempre salió públicamente en defensa de su hermano, bien con motivo de la restauración de las Casas Consistoriales de Guadalajara o bien para recordar una iniciativa de Manuel Diges para fundar una biblioteca municipal.
Sólo hemos encontrado una pista sobre sus inclinaciones ideológicas en la Guía de Guadalajara publicada en el año 1890, donde hace un repaso a los distintos partidos políticos de la ciudad y, después de resaltar la desorganización o escaso número del resto de los grupos, sostiene que “solamente D. Manuel González Hierro puede presentar lucida hueste, pues él solo capitanea 300 federales, aumentados todos los días con nuevos adeptos”.
Del mismo modo, quedó al margen de la acción reivindicativa profesional de los funcionarios, aunque se manifestó públicamente cuando el caso lo requería, como cuando firmó un escrito de los sobrestantes de Guadalajara relacionado con la carrera profesional de estos funcionarios.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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