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lunes, 14 de abril de 2014

UBALDO ROMERO DE QUIÑONES

ROMERO DE QUIÑONES, Ubaldo
[Ponferrada, 1843 / Madrid, agosto de 1914]

Ubaldo Romero de Quiñones nació en 1843 en la localidad leonesa de Ponferrada, hijo de Pascual Romero y de Dorotea Quiñones, y falleció en Madrid en el verano de 1914. Tuvo, al menos, un hermano, Vicente, que falleció en Barcelona en el verano de 1901 cuando estaba al mando del segundo Batallón del Regimiento de Isabel II.
El 7 de octubre de 1873 contrajo matrimonio en Madrid con Dolores Moreno González, con la que no tuvo hijos. Durante su estancia en Guadalajara convivía con su ahijada, Santas Camacho.
Siguió la carrera de las armas y se formó en la Academia militar de Caballería, arma en la que ascendió hasta el grado de Coronel. Se destacó en el combate y ganó varias condecoraciones castrenses, pero estuvo implicado en varias conspiraciones de carácter republicano, una identidad política que marcó su biografía.
Militó en la corriente más revolucionaria del Partido Republicano Federal, y colaboró estrechamente con José Paúl y Angulo. Sin embargo, hacia 1871, abandonó el federalismo y se vinculó a la Federación Regional Española de la Primera Internacional, a causa de su radicalismo ideológico y de su estrecha amistad con el conocido anarquista madrileño Tomás González Morago. Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, le denunció como miembro de la clandestina Alianza de la Democracia Socialista de Mijaíl Bakunin, a pesar de que en una carta que escribió a Friedrich Engels reconocía que no tenía ninguna prueba para poder afirmarlo públicamente.

Escritor y periodista
Esta militancia política se tradujo, como era normal en aquel tiempo, en una notable actividad periodística. Empezó escribiendo en el republicano La Linterna del Pueblo, en 1868, fue redactor de El Combate, un órgano periodístico de tendencia que era financiado por José Paúl y Angulo y en el que escribían algunos internacionalistas de primera hora, como Francisco Córdoba López, y dirigió La Ilustración Popular y, según algunos autores, también La Caridad. También escribió artículos en El Motín y otros periódicos avanzados. En estas cabeceras se mostró como un periodista combativo y revolucionario, de ideología algo confusa y del que se han señalado algunas alusiones antisemitas sobre la banca judía.
Como escritor, su obra es ingente, editando alrededor de un centenar de libros, con su propio nombre o con el alias de Cantaclaro, con el que firmó la mayoría de sus obras. También utilizó el seudónimo de Sexto Pompeyo en obras como El Pactum, entremés trágico-bufo escrito en 1881 y en El General Motín, novela publicada en Sabadell en 1886.
Exploró casi todos los géneros: el ensayo, la literatura, la historia, el teatro... No es de extrañar que una obra tan poliédrica recibiese valoraciones muy dispares. Se definía como “escritor sociológico”, pero el historiador anarquista Max Nettlau decía que sus libros tenían un “carácter social poco pronunciado”. El historiador José Álvarez Junco Autor le consideró “demagogo” y para Andrés Trapiello resulta “truculento”. El escritor Alejandro Sawa se arrepentía de haber escrito “novelas truculentas, de un realismo zolesco exagerado, por el estilo de Zahonero el de La carnaza, y Ubaldo Romero de Quiñones, el del Lobumano”. Y de místico y hermético fue acusado por su obra Exteriorización de la doctrina esotérica del Quijote, en la que sostenía “que el esplendor del imperio japonés”, que había vencido en su guerra contra el Imperio ruso, “se debía a la difusión del Quijote”.
Sus años en Guadalajara
En 1894 fue destinado a la capital alcarreña y fijó su residencia en el número 101 de la Calle de Jáudenes. Llegó con el grado de coronel y el empleo de jefe del Regimiento de Reserva de Caballería de Guadalajara y fue nombrado vicepresidente interino de la Comisión mixta de reclutamiento de la capital alcarreña. Durante algún tiempo, estuvo a sus órdenes, como comandante del Regimiento, el que años después sería responsable del desastre de Annual, Manuel Fernández Silvestre.
En Guadalajara tuvo problemas de salud, que fueron causa de que en 1897 se le concediese un largo permiso por enfermedad y abandonó Guadalajara para recuperarse, dirigiéndose en primer lugar a su ciudad natal de Ponferrada. En noviembre de 1901 tuvo que ser operado, con éxito, por los doctores Muro e Iparraguirre.
No se vio libre en la Alcarria de las contrariedades derivadas de su actividad política. En 1898 solicitó y obtuvo treinta días de licencia y viajó hasta Portugal, hospedándose en Oporto. Un día decidió acudir a Noeda, una pequeña población próxima, para asistir a la fundación de una asociación en defensa de la instrucción pública. A su regreso a Oporto, fue apresado bajo la acusación de “agente de propaganda democrática y no haber cumplido todos los deberes a que están obligados los extranjeros”; imputación que se basaba, según el Diario de Noticias de Lisboa, en la antigua colaboración de Romero de Quiñones en el periódico Discussao, que dirigía Alves da Veiga, que había sido el jefe civil de la conspiración republicana del 30 de junio de 1891, sospechando la policía que acudió para participar en una nueva conjura democrática y republicana.
El coronel Romero de Quiñones permaneció preso varios días y, después de las correspondientes conversaciones diplomáticas, fue puesto en la frontera española. El gobierno le envió preso al castillo de la Aljafería de Zaragoza. En enero de 1899, y atendiendo a su quebrantada salud, fue trasladado a Guadalajara pues la justicia portuguesa no respondía a los exhortos del juez instructor español, por lo que el proceso se dilataba sin que se sostuviesen las acusaciones. Finalmente, el asunto que parecía de tanta gravedad, quedó en nada.
A pesar de tantos sinsabores, durante su estancia en Guadalajara mantuvo una constante actividad pública. Desde 1894 fue un socio y conferenciante entusiasta en el Ateneo Caracense, y cuando éste se integró en el Ateneo Instructivo del Obrero, Ubaldo Romero de Quiñones mantuvo su celo hasta el punto de que lo presidió entre 1900 y 1902, acompañado en las Juntas Directivas por conocidos republicanos como Anselmo Arenas, Antonio Luengo, Tiburcio Fernández o Felipe Pérez Cerrada. Durante su mandato merece la pena destacarse la celebración del Certamen y exposición de Artes y Oficios, cuya inauguración presidió, pero tuvo una participación tan constante como distinguida en numerosas actividades a lo largo de los años.
Además, fiel a sus inclinaciones obreristas, entre 1896 y 1905 participó frecuentemente como orador en diversos actos que organizaban la Federación de Sociedades Obreras arriacenses. Y en agosto de 1900 participó en la constitución de la sección alcarreña de la Unión Iberoamericana, que tenía una composición muy plural, como se puso de relieve en el amplio encuentro que convocó el 19 de noviembre de 1901 y a la que también asistió.
Al mismo tiempo colaboró en diversas publicaciones periódicas de la provincia. Su primer artículo en la prensa alcarreña, “¡El mejor argumento!”, se publicó en El Atalaya de Guadalajara el 13 de febrero de 1894 firmado con el seudónimo de Cantaclaro y era una apasionada defensa de la República. Y a éste le siguieron colaboraciones en ésta y en otras cabeceras, como el antiguo socialista Flores y Abejas y el conservador La Región. Su colaboración más constante fue con el liberal La Crónica, que en su número del 5 de enero de 1898 comenzó a publicar por entregas la obra Mi religión de León Tolstoi en versión de Romero de Quiñones. La publicación se interrumpió cuando el semanario cambió de imprenta y el nuevo impresor, el católico Antero Concha, se negó a tirar el periódico si seguía apareciendo el texto del escritor ruso; al año siguiente el texto completo se publicó en un libro editado en la Imprenta Provincial.
Su colaboración con unas y otras cabeceras no le evitó verse implicado en el conflictivo ambiente periodístico de su tiempo; si por un lado presidió algún Consejo de Guerra contra periodistas locales, por otra parte fue padrino del director de La Crónica, Santos Bozal, en un litigio con el director de La Verdad, el carlista Miguel Rodríguez de Juan.
En Guadalajara escribió y dio a la imprenta algunas de sus obras más conocidas. Publicó algunas novelas de marcado tono social pero no muy alta calidad, como La Cariátide, firmada bajo el seudónimo de Cantaclaro y editada en 1897 en la arriacense Imprenta de Burgos, La Bestia, del año 1901, o Evangelina, que publicó en 1904 también bajo el seudónimo de Cantaclaro.
En su etapa alcarreña había roto todos sus lazos con el anarquismo, como demostró publicando en 1900 una obra con el significativo título de La neurosis anárquica, que también salió de la imprenta de Enrique Burgos. Ese mismo año publicó La fórmula resolutiva del socialismo racional, al año siguiente salió La moral democrática, en la que sostiene que tiene que haber una moral pública pero critica a todas las religiones positivas, y en 1902 fue Reflexiones a Pablo, que era una durísima crítica a Pablo Iglesias en lo personal y en lo ideológico, y un año después apareció La verdad social o la redención económica.
También hubo libros de carácter histórico, como la precoz biografía del regeneracionista Basilio Paraíso, de 1899, y hasta alguno de temática militar, como Principios de organización racional y productiva del Ejército.

Sus últimos años
En noviembre de 1903 abandonó la ciudad de Guadalajara, aunque volvió a visitar la ciudad con mucha frecuencia y con muy distintos motivos. Trasladó su residencia a Madrid y allí falleció en Madrid en agosto de 1914.
De vuelta a Madrid, siguieron apareciendo distintas obras, de las que la prensa alcarreña seguía dando puntual información: en el año 1905 vieron la luz Concepto real del Arte en Literatura, Concepto de la obediencia y La Democracia y el Ejército, en 1906 publicó La Trinidad, libro en el que combatía abiertamente al comunismo anárquico y al ateísmo, elaborando un completo programa económico, jurídico y político que debería ser llevado adelante por sociedades obreras racionales, equitativas y justas, según sus propias palabras reflejadas en el comentario que se recogió en la prensa de Guadalajara. Con el paso del tiempo, y en una nueva pirueta ideológica, se fue acercando a posiciones abiertamente cristianas, como se reflejaba en un nuevo libro aparecido bajo el seudónimo de Cantaclaro en 1908.
También fue presidente de la sección española de la Liga de la Paz.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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