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domingo, 18 de septiembre de 2016

ANTONIO ARBEIG

ARBEIG, Antonio
[Zaragoza, 1847 / ]

Antonio Arbeig fue un obrero chocolatero, pionero del proletariado militante y primer difusor de las ideas anarquistas en la provincia de Guadalajara. En ocasiones, encontramos su apellido escrito como Arbeg, como Arberg o, más raramente, como Albert, por lo que no es fácil rastrear sus datos biográficos y distinguir la información que se refiere a él de la que corresponde a otras personas. Hemos optado por identificarle como Arbeig porque es la forma que más comúnmente hemos encontrado escrito su apellido durante su paso por la provincia alcarreña.
Aunque no sabemos su fecha exacta de nacimiento, suponemos que nació hacia 1847, pues una crónica periodística escrita en 1892 afirmaba que tenía más de cuarenta y cuatro años de edad. Tampoco hemos encontrado datos ciertos de su lugar de nacimiento, pero tenemos motivos para afirmar que vino al mundo en la ciudad de Zaragoza, donde residió la mayor parte de su vida y donde hemos encontrado a un Melchor Arbeg, que seguramente sería su padre, firmando el día 6 de febrero de 1864 una carta de apoyo a los demócratas catalanes suscrita por los miembros del partido demócrata de la capital aragonesa.
En Zaragoza debió de aprender el oficio de chocolatero y hacia 1869 ya residía en Brihuega, trabajando en alguna de las fábricas de chocolate que en aquellos años estaban abiertas en esa localidad alcarreña. Y ya para entonces debía de militar en el Partido Republicano Federal de Francisco Pi y Margall, que se había escindido del Partido Demócrata ese mismo año, cuando la facción mayoritaria de éste optó por respaldar la opción monárquica tras la caída de Isabel II. Esta prematura vinculación con el nuevo partido y en alguien tan joven como él, se entendería por su relación familiar con el citado Melchor Alberg.
Y sólo esa militancia federal podría explicar que en los primeros días de 1870 convocase a los trabajadores de Brihuega a una asamblea con el propósito de constituir una Sociedad obrera que se adhiriese a la sección española de la Internacional obrera. En el acto, celebrado el 2 de febrero de 1870, además de las intervenciones de varios asistentes, se leyó el Manifiesto que los internacionalistas madrileños habían dirigido al proletariado hispano, y que se hizo público en diciembre de 1869, y otro manifiesto elaborado por el propio Antonio Arbeig.
Este texto fue remitido a la prensa internacionalista española, concretamente a La Solidaridad de Madrid y La Federación, de Barcelona, que dieron cuenta del acto y del discurso de Arbeig, “que no publicamos por falta de espacio, [y] en el cual, después de hacer una breve reseña del deplorable estado en que se encuentra la clase trabajadora, les indica su afiliación á la Internacional, á fin de realizar cuanto antes su completa emancipación, tras de la cual imperará en el mundo para no desaparecer nunca el gran principio de justicia”. Sin embargo, la revista La Justicia Social, de tendencia republicana, lo publicó en su número correspondiente al mes de marzo de ese mismo año; nada insólito pues pocos meses antes ya había publicado alguno de los primeros textos de Mijaíl Bakunin que se conocieron en España.
Como resultado de la reunión de febrero de 1870, se fundó en Brihuega una Sociedad de Socorros e Instrucción Mutua y, más adelante, una Sociedad Obrera, que acabó convirtiéndose en una de las primeras Federaciones Locales de la Federación Regional Española de la Internacional y que se mantuvo activa, por lo menos, hasta el Congreso clandestino celebrado por la FRE en el verano de 1874. Además, colaboró con la constitución de una Sociedad Obrera de Guadalajara, también adherida a la FRE, y alentó la formación de una Federación regional de obreros chocolateros mediante la publicación del llamamiento "A los obreros y operarios en la fabricación de chocolate", que apareció, sin firma pero que sólo a él puede atribuirse, en La Federación el 19 de septiembre de 1871.
Con motivo de los enfrentamientos entre marxistas y anarquistas que sacudieron la Internacional desde 1871, la federación local de Brihuega se identificó con los postulados ácratas, como repetidamente se puso de manifiesto, seguramente por la influencia de Antonio Arbeig, que acudió, como delegado de la sección briocense al Congreso que la FRE celebró en Zaragoza en el mes de abril de 1872. Al Congreso Obrero del verano de 1870 asistió un delegado llamado Antonio Albert, pero no debe ser confundido con Antonio Arbeig, pues aquel habló en nombre de los ebanistas de Barcelona, y no parece posible que una misma persona cambiase de oficio y de ciudad en tan corto espacio de tiempo, siendo con poco más de veinte años oficial de ebanistería, tal y como consta en las actas del citado encuentro. Nos inclinamos por eso a creer que el ebanista barcelonés Antonio Albert concurrió como delegado al comicio de 1870 y que el chocolatero Antonio Arbeig lo hizo al de Zaragoza de 1872.
Todo parece indicar que, una vez clausurado el Congreso, no volvió a Brihuega y quedó residiendo en su Zaragoza natal. Allí siguió fiel al ideario bakuninista, porque su nombre no aparece en la relación de catorce internacionalistas zaragozanos que el 20 de julio de 1872 firmaron una nota en la que se adherían al núcleo marxista organizado por la Nueva Federación Madrileña, que se publicó en La Emancipación.
No sabemos qué fue de él durante los años de represión y clandestinidad del movimiento obrero organizado que se extendieron entre 1873 y 1881, pero el 13 de marzo de 1881 un grupo de zaragozanos “demócratas históricos, sin arrogarnos una autoridad que no tenemos, sin otros títulos que nuestra probada adhesión al partido en que de antiguo militamos y sin otro propósito que el de facilitar á éste la ocasión de discutir ampliamente y decidir por el procedimiento del sufragio universal, tradicional entre nosotros, las bases de su organización, hemos acordado, ya que alguien había de tomar la iniciativa, convocar á los demócratas-federales de esta provincia, á una reunión que, con el objeto expresado, habrá de celebrarse en esta ciudad el domingo 20 del actual”, recogiéndose el nombre de Antonio Arbeig entre los firmantes.
Esta declaración pública de antigua y probada militancia federal, podría interpretarse como prueba de su alejamiento del anarquismo obrerista en el que se integró durante el Sexenio Revolucionario, pero esa posibilidad queda desmentida por su temprana afiliación a la Federación local de Zaragoza de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), la organización sindical libertaria fundada en 1881 para recoger la herencia de la vieja FRE. No sabemos cuándo se afilió a la nueva federación sindical, pero en abril de 1883 no sólo fue expulsado sino que se acordó “que jamás pudiera ingresar en ella, publicándose sus actos y su nombre en todos los periódicos socialistas del Universo”. El motivo fue la formación por Antonio Arbeig y otros tres molenderos de la Federación local zaragozana de la FRTE de una Sociedad cooperativa para elaborar turrones que se disolvió por la denuncia de los otros tres cooperativistas sobre las cuentas de la sociedad. Y aunque aquél protestó de su inocencia, el acuerdo se ejecutó sin más.
Su expulsión de la FTRE y la propia crisis de esta federación sindical, acosada por la represión policial y judicial y hostigada por la intransigencia patronal, no impidieron que Antonio Arbeig encontrase otros campos en los que desarrollar su militancia política y su compromiso social. Por un lado, siguió afiliado al Partido Republicano Federal, como se puso de manifiesto en 1889 cuando firmó, junto con otros “federales antiguos agenos á todo desfallecimiento y á prueba de quebrantos”, una carta dirigida a Enrique Pérez de Guzmán, marqués de Santa Marta, apoyando su propuesta de coalición y entendimiento de toda la prensa republicana; de hecho, en el mes de febrero de 1891 le encontramos formando parte del Comité Local federal de la capital aragonesa.
Y, por otra parte, se implicó abiertamente en la corriente laicista de su tiempo, que luchaba tanto por una auténtica separación entre la Iglesia y el Estado como por el fomento de una enseñanza que cambiase la tradicional influencia religiosa por el paradigma científico. Y le encontramos tanto denunciando al juez municipal de Zaragoza por rechazar la inscripción en el Registro Civil de niños cuyo nombre no figurase en el santoral católico, como formando parte de la Junta Zaragoza de protectores de la enseñanza laica.
Pero, demostrando que la línea que separaba al republicanismo federal pimargalliano y el anarquismo obrerista era tan irregular como difusa, en esos mismos años Antonio Arbeig pasó a convertirse en el más destacado militante del sindicalismo de orientación libertaria en una ciudad como Zaragoza, en la que el anarquismo tenía tan hondas raíces. Así lo reconocía un periodista del diario La Correspondencia de España, que publicaba que “de mis conferencias con los que se suponen los principales anarquistas, he deducido que entre ellos existen recelos y desconfianzas. No obedecen á instrucciones de la colectividad porque ésta no existe; individualmente cada cual obra con arreglo á sus propias inspiraciones. De aquí que no se puede precisar cuál es el directorio ó quién es el jefe. Sin embargo, por la superioridad de conocimientos científicos sobre los demás, tienese por jefe ó consultor á un honrado obrero molendero de chocolate, llamado Antonio Arbeg, de más de 44 años de edad. Es persona generalmente apreciada”.
La última década del siglo XIX fue un período de intensa actividad para los trabajadores anarquistas de Zaragoza, que se abrió con los preparativos para la conmemoración del 1º de Mayo de 1891 en la capital aragonesa. A un primer mitin, le siguió un segundo acto celebrado el 27 de abril de 1891 en el zaragozano Teatro Novedades en el que tomó parte principal Antonio Arbeig, que también fue uno de los oradores del mitin que se celebró el 1º de Mayo en la plaza de toros de Zaragoza. En noviembre de 1892 participó en otra reunión pública sobre los mártires de Chicago, ganándose las críticas de los socialistas del PSOE que no encontraban en Zaragoza el eco esperado a causa de la probada influencia libertaria, y al mes siguiente llegó a Zaragoza, en su gira por España, el anarquista italiano Errico Malatesta, que ofreció un mitin en esa ciudad en el que también intervino Antonio Arbeig.
Toda esta frenética actividad inquietó a las autoridades políticas, que en 1893 denunciaron al periódico anarquista zaragozano El Rebelde, encausando a Antonio Arbeig junto a Luis Martínez, Nicolás Gutiérrez, Manuel Bellón, Pascual Benabarre, Nicasio Domingo y Joaquín Ejarque; los tres primeros consiguieron huir, pero los otros cuatro fueron detenidos, acusados todos ellos de un delito de “provocación á la rebelión por medio de la prensa y de propaganda sediciosa anárquica”. Todos reconocían su militancia anarquista pero se declararon ajenos a la violencia insurreccional que sacudía el país.
Esta represión contra el anarquismo organizado zaragozano se convirtió en una cruel y sangrienta represión en Barcelona y sus contornos después del estallido de una bomba en la calle Cambios Nuevos de la Ciudad Condal. Centenares de presos fueron encerrados y torturados en el castillo de Montjuich, para abrir un proceso general al anarquismo que se volvió contra el Estado a causa de lo arbitrario de las sanciones y de una amplia campaña de solidaridad que llegó a la capital aragonesa, donde se organizó el 6 de febrero de 1898 un mitin público en el que se pidió la revisión de las sentencias del proceso de Montjuich y en el que intervino, una vez más, Antonio Arbeig, que aplaudió la campaña del periódico El Progreso del republicano Alejandro Lerroux. Y su firma al pie de un artículo en esa misma cabecera en el año 1900 es el último rastro que hemos encontrado de él.
JUAN PABLO CALERO DELSO