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jueves, 11 de mayo de 2017

INOCENTE FERNÁNDEZ ABÁS

FERNÁNDEZ ABÁS, Inocente
[Madrid, 1832 / Guadalajara, diciembre de 1890]

Nació en la ciudad de Madrid en 1832 y falleció en Guadalajara en diciembre de 1890, antes de cumplir los 59 años de edad, siendo enterrado en el cementerio de la ciudad arriácense según el rito católico. Contrajo matrimonio y tuvo, al menos, dos hijos: Luis, que fue un prestigioso abogado y conocido político agrarista, y Lucas, que siguió la carrera científica de su padre, llegando a ocupar la cátedra de Mineralogía y Cristalografía de la Universidad Central madrileña.
Desde 1849 cursó estudios de Ciencias, alcanzando en 1857 el título de licenciado en Ciencias Físico-matemáticas en la Universidad Central madrileña. Realizó sus estudios en una Escuela Normal para profesores de Secundaria que, experimentalmente, se abrió en Madrid en 1847 por iniciativa de Gil de Zárate, auténtico impulsor del plan de estudios conocido como Plan Pidal, y que dirigía Fernando de Castro. Se ingresaba en ella por oposición y sólo se ofrecían tantas plazas como podían ser absorbidas por el sistema educativo, pues se pretendía que los alumnos allí licenciados pudiesen ingresar sin oposición en el cuerpo de catedráticos de Instituto.

Su actividad docente
A partir del 10 de julio de 1859 formó parte del profesorado del Instituto de segunda enseñanza de Guadalajara, primero como catedrático de Física y Química y, desde el año 1863, de Matemáticas, por traslado de quien ocupaba esa plaza, el catedrático Faustino Pérez Ortiz; residió en el número 56 de la Calle Mayor Alta. Su vocación pedagógica nacía del convencimiento de que “la instrucción de la juventud [es la] única base sobre la que puede apoyarse el bienestar y la libertad de la Nación, librándonos de los escollos a que nos llevarían, tanto las aberraciones de los que en un día pretenden llegar al límite de lo desconocido, como el fanatismo de los que prescindiendo de la ineludible ley del progreso de la humanidad, se empeñan en mantener al hombre en el más absoluto reposo moral, que sería su muerte”.
Desde esas premisas, es normal que se preocupase por la dignificación de la carrera docente; así, en octubre de 1865, firmó con el resto de miembros del claustro del Instituto de Guadalajara un manifiesto dirigido a sus compañeros del resto de España en el que les instaba a apoyar a La Enseñanza, una nueva publicación dirigida a defender los intereses profesionales de maestros y profesores, y recordaba el fallido intento de publicar un portavoz de los catedráticos de Instituto del que se iban a hacer cargo los profesores de los Institutos madrileños de Noviciado y de San Isidro.
En marzo de 1886 las páginas de la misma publicación recogían un nuevo manifiesto firmado por Inocente Fernández Abás y el resto de catedráticos del Instituto arriácense para “elevar una exposición á las Cortes pidiendo algunas reformas relativas á la segunda enseñanza y al personal de sus Profesores, tales como derechos pasivos, aumento de sueldo, nivelación de Institutos, leyes fijas para los ascensos y concursos, etc.”.
Por Real Orden del 28 de agosto de 1871, y aún bajo el reinado de Amadeo I de Saboya, fue nombrado director del Instituto de Guadalajara, cargo en el que permaneció por espacio de varios años, hasta su cese el 7 de agosto de 1876, seguramente porque su conocida militancia republicana federal no sería compatible con los nuevos aires que soplaban en la enseñanza pública española después de la aprobación de la Ley Orovio; su sustituto, José Julio de la Fuente, sintonizaba mejor con el nuevo régimen político. Durante esos años fue vocal de la Junta Provincial de Enseñanza.
Su actividad política
Inocente Fernández Abás tuvo una destacada actividad política en la Guadalajara del Sexenio, convirtiéndose en uno de los más aventajados militantes del Partido Republicano Federal, lo que es mucho decir pues ese partido contaba en Guadalajara que nutridos seguidores, entre los que se encontraban muchos de los personajes más conocidos y de los intelectuales más lúcidos de la provincia.
En junio de 1869 firmaba, como delegado de la provincia de Guadalajara, el Pacto Federal Castellano, consecuencia de la aplicación práctica de los principios ideológicos del Partido Republicano Federal y auténtica piedra angular de una conciencia regional castellana. Sin embargo, en la Junta Provisional del Estado de Castilla la Nueva el representante de la provincia guadalajareña era Cirilo López, que ya había integrado la Junta Revolucionaria en septiembre de 1868.
A pesar de que la Constitución de 1869 consagraba la opción monárquica, defendida por Juan Prim y los progresistas, no se desanimó en su lucha política y en junio de 1870 formaba parte en calidad de vicepresidente del Comité Local Republicano de Guadalajara, que presidía el también catedrático de Instituto de segunda enseñanza Hilarión Guerra, y que completaban Emilio Carrasco y Eduardo Calamita, como secretarios, Juan Paniagua, como tesorero, y Antonio Ruiz, Bernardino Martin, Tomás Gómez y Policarpo García, como vocales. También en esos años perteneció, y también como vicepresidente, a la Junta Provincial Republicana que presidía Manuel González Hierro.
La quiebra de la Primera República y la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII no entibiaron su lealtad a la causa republicana federal, a pesar de las deserciones de algunos de sus antiguos compañeros. De hecho, en 1886 fue presentado por el Partido Republicano Federal para ocupar una concejalía en el consistorio arriácense, felicitándose anticipadamente sus correligionarios por un éxito que creían seguro alcanzar. Obtuvo el acta de edil de Guadalajara y ejerció sus funciones hasta poco antes de su temprana muerte.
En febrero de 1888 acudió en representación de sus compañeros alcarreños al acto de conmemoración del decimoquinto aniversario de la proclamación de la Primera República, que tuvo lugar en Madrid, y en abril de ese mismo año fue el encargado de remitir el importe de los donativos recogidos en Guadalajara con motivo de la suscripción abierta “para socorrer a los presos y emigrados políticos republicanos”, en la que también colaboraron algunos socialistas como Ignacio Aragonés y Mariano Cordavias.
Además, fue uno de los principales animadores del Ateneo Escolar, una de las más destacadas iniciativas de la burguesía ilustrada alcarreña a la que, en palabras de Juan Diges y Manuel Sagredo, “fue uno de los que por aquellos tiempos prestaron […] su decidido concurso, y de ella fue nombrado vicepresidente honorario”, además de ofrecer diversas conferencias en ese Ateneo y en los que le sucedieron.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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